Juan Pablo Crespo

El cacao venezolano, ese noble fruto que tanto nos enorgullece, bandera de lo autóctono, de excelencia mundial que no ondea en lo alto sino a media asta, incluso, más abajo.

Entre la realidad y nuestro potencial cacaotero existe una franja abismal. Son ya unos 100 años de estancamiento de la producción nacional, pese a que el país reúne condiciones idóneas y hasta únicas para ser uno de los protagonistas en el mercado internacional.

Pero nunca es tarde para la vuelta de timón. No en vano, los expertos sostienen que en las crisis están las mayores oportunidades. Y allí está el cacao, a la espera de explotar todo su potencial y convertirse en una especie de “otro petróleo”, guardando las diferencias. Razones para ser positivo existen por toneladas. Por algo el chocolatier y pastelero francés Pierre Mirgalet, un exmiembro de las Asociaciones “Ordre Culinaire Internacional” y “Tradition Gourmande” ha  dicho en sus visitas al país que le “emociona el cacao venezolano porque aquí está el origen de la esperanza”.

Así como la industria energética fortaleció su músculo en pro de la economía nacional, igualmente debe hacerlo el sector cacao, sediento de una cadena productiva robusta apoyada en personal capacitado y especializado, infraestructura adecuada, tecnología de punta y adaptada a nuestras zonas geográficas; así como vías de comunicación que conecten con trenes, puertos y todos los medios de transporte existentes.

La producción 

En Venezuela, la productividad por hectárea ronda apenas los 300 kilogramos, mientras en Ecuador está en 2.000 kg por hectárea y en Colombia entre 800 y 1.000 kg. Y los ejemplos en la región siguen, por no ir más allá. “República Dominicana aumentó su producción en un 32%, situándose sobre las 82 mil toneladas anuales, exportando cerca de un 80% de esa producción”, explica a Vivaelcacao.com Humberto Estaba, presidente de la Fundación Gente del Cacao.

En promedio, la productividad por hectárea ronda los 300 Kg.

Otro ejemplo está en Perú, que remando desde atrás saltó de producir 10 mil toneladas de cacao a 50 mil toneladas en la última década.

Estos números hablan por sí solos, así que producir y exportar nuestro cacao criollo no puede ser una opción. Haciendo las cosas correctamente puede satisfacerse, por ejemplo, una parte importante o estratégica de la cada vez más creciente demanda de cacao y de chocolates finos en el planeta. Políticas públicas coherentes, agresivas y dinámicas deben marcar el camino. Los más de 10 mil productores de cacao que le ven la cara a la pobreza en las zonas rurales mucho lo agradecerían.

Por su parte, Álvaro Gómez, ingeniero agrónomo experto en cacao y gerente de operaciones de la Hacienda San José (parte del Grupo Franceschi),  señala que “si hiciéramos uso de los materiales evaluados en los bancos de germoplasmas pudiéramos alcanzar una producción entre 1.000 y 1.500 kilos por hectárea en cada una de las zonas del país, siempre y cuando esos materiales se pongan a disposición de los productores, y se establecieran los bancos de semillas asexuales y sexuales que se requieren”.

Poner orden, entonces, es clave. ¿Cuánto cacao producimos oficialmente al año? Una pregunta sencilla tiene una respuesta complicada. Nadie parece ponerse de acuerdo, aunque igualmente nadie se atrevería a decir que más de 20 mil toneladas al año. Sin cifras precisas es difícil planificar a corto, mediano y, sobre todo, a largo plazo.

Álvaro Gómez considera necesario cambiar las políticas dirigidas al productor

Humberto Estaba toma la palabra para explicar que “no producimos ni 20 mil toneladas métricas al año de cacao. Se dice que entre 17 a 20 mil toneladas, pero creo que no llegamos a las 17 mil. Puede ser duro para algunos, pero hay que asumir nuestra realidad para poder desarrollar los proyectos”. El experto de la Fundación Gente del Cacao puntualiza que al mercado global del cacao no aportamos ni el 1% de la torta. “Hemos sido genuflexos con el tema del cacao, que llegó a ser nuestra principal fuente económica (antes de la explotación petrolera). Las políticas han sido desacertadas, tenemos una producción muy baja, al mercado internacional aportamos el 0,5%”.

Álvaro Gómez conoce al dedillo la realidad del llamado alimento de los dioses desde tiempos antiguos, por eso apunta que en Venezuela corrigiendo los entuertos pudiéramos “llegar a 150 mil hectáreas sembradas, desde las 70 mil hectáreas con las que cuenta ahora, y asumir de esta manera una posición importante en el mercado externo, pero para eso hacen falta las políticas adecuadas que permitan el crecimiento del productor”.

Para Gómez el país puede duplicar su actual producción en cinco o seis años, “y eso no a través de nuevas siembras, sino mediante el manejo adecuado del cultivo”.

Propuestas

La histórica falta de brújula ha marginado a la semilla venezolana del mercado global. Pasar por inmaculada la lupa de los expertos internacionales es tarea para la casa. Así, a ciertos niveles de contaminación ambiental se le une el divorcio existente entre las fases de fermentación y secado con las normas en la producción y procesamiento presentes más allá de nuestras fronteras.

A corto plazo, Estaba cree que una de las soluciones pasa por la tecnificación del campo, que involucra el acompañamiento técnico del productor para aumentar la eficiencia por hectárea. Agrega que Venezuela debe “apuntalar los cacaos criollos, a través de programas de incremento de producción bajo los estándares de cada sector con sus semillas autóctonas”.

Y si en alguna institución saben y han empujado al cacao es en el Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas (Inia). Desde allí, el ingeniero Ramón Vidal apunta que es menester “propiciar el encuentro de los diferentes actores de la cadena agroproductiva del cacao (productores, procesadores, exportadores y consumidores) para concertar un plan integral de desarrollo del cultivo que contenga todos los intereses comunes para el sector (agronómicos, sociales, económicos y otros) y, sobre todo, recuperen el prestigio de nuestros cacaos”.

Incrementar la cantidad de hectáreas sembradas es uno de los grandes objetivos

Para Vidal, quien además pertenece al Centro Nacional de Investigaciones Agropecuarias (Ceniap), tras ese encuentro y posterior diseño del plan integral “se debe definir la calidad deseada y, en base a esto, fomentar los tipos de cacao que se deben sembrar en las nuevas áreas y para rehabilitar y/o renovar las existentes”.

El estudioso del cultivo de la tierra considera que “es prudente recordar que hasta el año 1993, todo el cacao de Venezuela era considerado cacao fino de aroma, luego de ese año bajó a solo 50% debido a diferentes factores. No obstante, en la actualidad ya se encuentra en 95% y, posiblemente, pase a 100%. Lo resaltante de todo esto es que las fluctuaciones referidas no fueron debidas a materiales genéticos sembrados sino a mejoras en los procesos de beneficio y comercialización. Por tanto, es necesario fomentar el uso de genotipos altamente productivos y de calidad, donde los granos se fermenten y sequen de manera adecuada. También, que las personas encargadas del comercio de granos y otros subproductos establezcan como norma la alta calidad de los mismos y procedan a satisfacer las necesidades de los compradores y consumidores”.

Palabra clave: calidad

En su análisis, el presidente de la Fundación Gente del Cacao también hace referencia a lo clave de mantener la calidad, aunque alerta sobre la introducción cada vez más firme del CCN51, un híbrido de alto rendimiento, pero con poca vida útil. “Es primordial mantener nuestra calidad de los cacaos de aroma”, aunque “introducir el CCN51 sería una catástrofe. No podemos ir a la estandarización del cacao, es decir, cada zona tiene sus cacaos criollos y sus hibridaciones. No debemos incorporar genéticas que no son propias porque sería la destrucción de nuestros cacaos finos de aroma”.

En Venezuela, la producción no supera las 20.000 toneladas anuales

Estados Unidos, Japón y Alemania son nuestros principales clientes y, por supuesto, exigentes.  ¿Cuánto sale para cada uno de estos destinos? Otra vez aquí las estadísticas actualizadas y confiables son esquivas. Pero lo cierto es que para los expertos, Venezuela debe y puede ser un proveedor seguro de un cacao de muy alta calidad. Allá afuera hay un nicho en expansión.  “Hacia estos (países) tenemos que enfocarnos. Debemos ser los proveedores exclusivos de un sector”, dice Estaba. En este punto medita y subraya que “no podemos apuntalar solo hacia la cantidad, sino hacia el crecimiento sustentable de nuestro cacao y conservando la calidad de nuestros productos”.

Aunque Venezuela no tiene la capacidad de siembra de otros países y, por ende, la capacidad de liderar la producción mundial de cacao, sí tiene condiciones para ser actor importante y hacerse sentir en el mercado de los cacaos finos de aroma. Ni hablar del conocimiento y experiencia del personal humano disponible. Desde Vivaelcacao.com, esperamos que las políticas gubernamentales apunten al aprovechamiento de todo nuestro talento humano y recursos económicos para el crecimiento de una semilla cada vez más importante en el mercado mundial y que nació en Venezuela,  el cacao.