Texto: Erika Paz (@erikapazr)

Fotos: Raymar Velásquez (@raymarvelasquez)

Amanda tuvo un sueño y ese sueño olía a chocolate. En Barlovento pudo verlo hecho realidad. Asegura esta chocolatera que desde hace más de veinte años su vida rima al ritmo de esta fruta.

Toda la vida de Amanda González de García había transcurrido en una floristería en Caracas, hasta que por cosas del destino una tierra fértil en la hermosa región de Barlovento se les presentó en el camino. Ella y su esposo habían deseado siempre comprarse un terreno pequeño para “retirarse” cuando ya se sintieran cansados; poco sabía ellos que esta aventura se llamaría Mis Poemas y les daría vida, como ella misma dice: “juventud mental”.

La propiedad estaba ubicada a las afueras de San José de Barlovento, la que ahora todo el mundo identifica por una gran escultura de un cacao en la entrada del pueblo. Allí la familia García sembraba plátano, Amanda lo llevaba “con Dios y la Virgen” en una camioneta a la venta. Recogían cacao también, pero lo que les daban por el producto no cubría ni siquiera el trabajo de los obreros. A la par de sus trabajos en la hacienda ella hacía labor social y andando en esos menesteres se encontró a Enrique Mendoza, quien era gobernador del Estado Miranda por esos días. Sin pensarlo mucho le dijo “Gobernador en vez de vender el cacao y sacarlo para afuera, ¿por qué no lo procesamos nosotros mismos?”. Una vez más el destino la conducía hacia lo que hace hoy en día, porque meses después el Gobierno regional activó unos créditos que le permitiría a los habitantes de esa zona crear fábricas de procesamiento de la fruta y ella estaba entre los diez elegidos para el proyecto.

Amanda González es una luchadora que supo ver en el cacao una oportunidad

De cómo empezó

El camino no fue fácil, relata Amanda, en el año 2000, con 60 años recibió el crédito e hizo algunos cursos que impartieron los mismos entes públicos. La maquinaria con la que cuenta hoy en día la fábrica la diseñó y elaboró su yerno, que en aquel entonces también apareció como obra del cielo pues La Corporación de Desarrollo Agrícola del Estado Miranda, oficina que se encargó de motivar a los productores barloventeños y darles el dinero para arrancar el negocio del cacao, copiaba un modelo de plantas artesanales colombianas, pero el resultado en suelo venezolano no fue el que se había visto en el vecino país. Simón Pérez fue contratado entonces como asesor. Dice Amanda que salió “con las tablas en la cabeza” pero como estaba enamorado de su hija no reclamó nunca.

En la actualidad Chocolates Mis Poemas procesa unos 200 kilos de cacao semanales que transforma en licor, tabletas, chocolate en polvo, bombones y hasta hacen te que fabrican con las cascarillas.

Cuenta esta productora con orgullo que tienen 26 sabores de chocolate relleno de maní, avellanas, merey, higo, parchita y hasta arándano del cual ella misma hace la mezcla y deshidrata para ponerla en el bombón. Todo lo ha aprendido por ensayo y error, de los cursos que le dieron aprendió lo básico, después tuvo que buscar información en internet, en revistas, seminarios. Lo que no dice ella es lo bien que aprendió el negocio.

Una cestica llena de sabor y aroma de Barlovento

Venezuela bien en alto

Amanda ha representado a Venezuela en varias ocasiones con sus preparaciones, por ejemplo en el 2012 asistió a la Buró de Asuntos Educacionales y Culturales el Departamento de Estado de los Estados Unidos para participar como visitante internacional en Texas en su programa de liderazgo, ella iba en calidad de la mejor emprendedora femenina de su país.

Amanda abre cada mañana la fábrica y la tienda a la que vienen diariamente turistas y distribuidores que llevan lo que aquí se hace hasta varios supermercados de Caracas. Para unir siembra, producción y turismo ella abre su hacienda al público y tiene grupos que en ocasiones pasan todo el día conociendo cómo se procesa el cacao y disfrutando de lo que se puede hacer con este. Casi siempre la guía es esta trabajadora mujer que además supervisa constantemente el descascarillado, molido y temperado del chocolate. Revisa que los bombones y tabletas sean brillantes y crujientes que sus formas en los moldes sean correctas, que se envuelvan uno a uno con elegancia en los finos papeles de colores brillantes y se identifiquen con la etiqueta que indica el relleno que contienen.

A ratos la chocolatera sale al patio a darle vuelta a los granos de cacao de su siembra para que se sequen, toda su cosecha se utiliza en su pequeña empresa, pero además de eso debe comprarle a sus vecinos, algunos de los cuales comenzaron con ella este camino pero quedaron a mitad del proceso. Amanda asegura que lo de ella ha sido insistencia y mucho trabajo, cuenta que la palabra “rendirse” no se encuentra en su diccionario. “Ha sido un camino largo y difícil pero a la vez muy feliz”, ¿el secreto? Cree García que se encuentra en el mismo chocolate que pone tan feliz a la gente.

¿La magia? El trabajo mismo que mantiene tan ocupados a todos los que laboran en esta empresa, ¿el resultado? La sonrisa de quienes prueban sus productos y los disfrutan, tanto como ella disfruta hacerlo. “Estos años han sido los mejores, me siento útil, me siento viva, no dependo de nadie. Me contenta mucho que el venezolano esté regresando al cacao, que lo quiera y lo cuide que lo vea como fuente de trabajo y como una forma de darle piso económico a Venezuela”.