Por Carmen Isabel Maracara

Fotos: Cortesía Musa

La manteca de cacao tiene unas virtudes extraordinarias para regenerar la epidermis, que superan las de otros ingredientes que se emplean para los mismos fines. Posee antioxidantes que retrasan el envejecimiento de la piel; tiene virtudes hidratantes, humectantes y combate las arrugas. Además, su delicioso aroma, es un bálsamo para los sentidos.

Pese a que Venezuela es tierra de cacao, con una altísima calidad reconocida en el ámbito mundial, que alimenta a una industria ligada sobre todo a la producción y comercialización de chocolate, no se ha desarrollado una cosmética que la privilegie como componente, salvo en las tradicionales barras labiales.

La marca Musa, de Isabel Cecilia Rodríguez, una nutricionista que se adentró en el intricado negocio de este grano, en actividades corporativas de la firma Nestlé en Venezuela, durante casi 13 años, siendo su última función la de Gerente Estratégico del cacao, quiere ocupar justamente ese espacio casi virgen, con este emprendimiento que fue lanzado al mercado en noviembre de 2016 y que ha tenido buena recepción en el mercado.

Hasta este momento, la nueva marca que se comercializa en las tiendas @Galanga (mercado de Chacao o en el CC. El Sol, Santa Paula) y en @cacaodeorigen, en la Hacienda La Trinidad, Caracas, ofrece una crema emoliente corporal, “que a diferencia de una hidratante, penetra las capas más profundas de la piel y crea una barrera de protección contra los agentes del medio ambiente”,indica Rodríguez, quien añade que el cacao es además hipoalergénico y sirve para todo tipo de piel, incluyendo las grasas. Esta crema, además de la manteca de cacao, contiene aloe vera y vitamina E.

Para el primer trimestre del año 2017, la firma espera lanzar al mercado un exfoliante corporal y ya realizan pruebas de un acondicionador para el cabello y un champú. A diferencia de otros emprendimientos en el país, que se inician como una industria casi doméstica, Rodríguez ha cuidado todos los detalles para que el producto tenga una alta calidad que garantice su permanencia en el tiempo, la eficacia como emoliente y la entrada a mercados más competitivos en el futuro.

“Algo que aprendí es que las cosas se tienen que hacer con muchísima calidad. Es preferible que alguien se tarde dos, cuatro o seis meses en elaborar un producto, pero que los resultados cumplan todas las de la ley. La gente le confía a uno el cuidado de su piel, un tema que se debe ver con seriedad. Uno de mis primeros contactos fue una farmaceuta extraordinaria, Luisana Arocha, poseedora de grandes méritos. Ella tiene un laboratorio, que es Inversiones Casare, donde se producen mis cremas. En ningún momento quise que se hiciera algo tan artesanal, en el que por ejemplo no se usara realmente agua destilada y se dañara el producto en poco tiempo. Cuando se trabajó el tema de las etiquetas con la diseñadora, le pedí que incluyera un precinto de seguridad, porque no quería que la gente abriera el envase, salvo cuando ya lo hubiese adquirido”, explica Rodríguez.

El amor por la tierra

Para esta emprendedora venezolana, la pasión por el cacao fue la guía para desarrollar este cosmético. “Ya había decidido que en algún momento de la vida, iba a abandonar mi trabajo e iniciar un negocio propio. Pensé en varias opciones, pero después, en un segundo momento, me dije que sería algo relacionado con el cacao, que tanto me había gustado y apasionado en el camino. Las primeras ideas vinieron por el mundo de la chocolatería, bien en bombones, bien en tabletas. Pero cuando me adentraba en la idea, recordaba que existen muchas personas metidas en ese mundo y además lo hacen muy bien. Hay gente buenísima haciendo chocolates, tanto en tabletas, como en bombones. Siempre se puede entrar a competir, siempre puedes hacer una propuesta que sea diferente, pero yo sentía que iba a ser un chocolate más, y la competencia iba a ser muy fuerte para que de verdad pudiera venderlo bien”.

Como en la memoria olfativa del venezolano está el cacao, Rodríguez se decidió por él para su empresa, bajo la premisa de que “hay cosas que nos pertenecen y simplemente las asimilamos, más que dedicarnos a estudiarlas. Creo que con el cacao sucede una cosa así: se asimila y por tanto se genera emoción, pasión y, uno se va enamorando de él, cada vez más, al igual que sucede con el amor hacia una persona: en la medida en que más lo conoces, más lo amas”.

 La historia de alguien que se aburría

Existen proyectos que nacen por la certeza, otros por descarte. El de esta nueva marca venezolana de cosméticos, nació por “aburrimiento”, confiesa Isabel Rodríguez. Cuenta que estaba en una reunión con productores del Plan Cacao, quienes se extendieron por más de tres horas, en un debate circular que versaba sobre quien tenía la mejor máquina para procesar la semilla, mientras que la prioridad pragmática era definir los volúmenes de cacao disponibles. Rodríguez se dio cuenta, en algún momento de la discusión, de que se aburría porque ese tema era básicamente masculino: debatir sobre el tamaño de las máquinas, su capacidad, etc.

La reflexión la llevó al pasado colonial y se preguntó qué haría una esposa de un “gran cacao” venezolano si estaba frente a algo tan versátil, delicioso y con tantas propiedades como esta semilla. Y ¡voila! ¡Apareció la idea de su proyecto!: “¿Qué hubiese hecho yo en la Colonia, de haber sido una mantuana, esposa de un gran cacao? Me imaginé vestida de mantuana, paseando por las plantaciones de cacao. Pues le pediría a mi esposo un poquito de ese cacao y mandaría a hacer una manteca, pero hecha en casa, para embadurnarme con eso. Fue el momento en que se unieron todas las ideas y cobraron sentido. Yo, en la cosmética del cacao. ¿Y por qué ninguno de estos empresarios se había interesado por ese negocio? Porque eran hombres. Ellos llevan los negocios del chocolate, o exportan, o hacen los llamados semielaborados, fabrican manteca o polvo, que son estadios distintos de la cadena, pero ninguno hace cosméticos. Entonces me dije: ¡Ese es mi negocio, ese es mi emprendimiento! Allí se acabó el aburrimiento y comencé a escucharlos a la distancia y más bien a imaginarme todas las cremas que podía hacer”.

¡Y llegó la musa!

Luego de varios meses de investigación y experimento en el producto, así como en la concreción de la empresa, la parte jurídica y contable, solo faltaba el nombre. Aunque la marca estaría vinculada al cacao, Rodríguez no quería un nombre común, que llevara por ejemplo la palabra chocolate, que limitara la visión expansiva del negocio a largo plazo.

“Todo estaba listo, menos el nombre. Yo quería uno que tuviese sentido en cualquier idioma, que fuese fácil de pronunciar. ¡Pero nada! Entonces un día me levanté y me dije: ‘¡No puede ser que en todos estos meses no haya venido la musa! La musa… La musa…’. ¡Ese era el nombre!! Se pronuncia fácil en todos los idiomas, es corto y tiene un gran significado. Además está asociado a la inspiración y a mí el cacao me inspira mucho. Me puse a leer sobre las musas griegas y una de las cosas que me encantó es que ellas no eran diosas sino semidiosas, se mezclaban más con los humanos, tenían una vida más terrena, lo que me encantó. Me gusta la inspiración de ellas, su conexión con el arte, que exista una musa para cada expresión artística. Me pareció que construir una marca con ese nombre otorgaba posibilidades infinitas: desde tener líneas de productos con los nombres de las musas, pasando por ligarnos a actividades artísticas”.

Con el nombre listo, esta emprendedora comenzó este ciclo de producción que hoy da sus primeros pasos, ya con una aceptación en el mercado. Además de los tres puntos de comercialización nombrados, a los que seguro se sumarán más en el futuro próximo, puede conocer más de esta marca en las redes sociales, @musa_teinspira en Instagram y Twitter y @Musa en Facebook.