Por Juan Pablo Crespo

Fotos: Leonardo Villa

Ella mueve su cintura al compás del repique de los tambores, mientras su cabello ondulado salta al ritmo que dictan sus pies… él también de piel tostada por el sol se le acera, la rodea con sus manos, pero la chica se le escabulle, aunque las manos no se cansan de golpear y siguen impregnando el ambiente con su peculiar sabor… mientras tanto, él y ella tampoco se cansan de bailar…

Los tambores en Venezuela son una expresión musical que tiene su origen en los esclavos africanos que se establecieron principalmente por las costas del país, traídos por los colonizadores españoles. De esta manera, prácticas religiosas y tradiciones africanas se fusionaron para moldear una mixtura de ritmos populares llena de cantos y rituales enmarcada en un ambiente mágico. Cada zona fue desarrollando así sus propias cadencias y diseñando la amplia gama de tambores que hoy conocemos.

“Ya sea el chimbangle, la gaita de tambora, el golpe de tambor de Chuao o  de Caraballeda, cada región tiene su ´swing´ particular, su cadencia  a la hora del baile”, nos dice Marcos Espinoza de la agrupación folclórica Afrocódigos, la misma que con sus ritmos puso a todos a mover el cuerpo en el lanzamiento de Vivaelcacao.

Para la percusión afroamericana el grupo utiliza campanas de San Millán, cumacos y quitiplás, entre otros instrumentos típicos que forman parte de la historia viva de Venezuela.

El experto en manifestaciones afrovenezolanas, Juan Luis Martínez, nos explica que los tambores están sonando desde hace más de 400 años en nuestro país. “Esta música es de alguna manera el resultado del sincretismo de todo el sufrimiento que pudieron tener los esclavos, indios y hasta blancos que llegaron a Venezuela”.

De Oriente a Occidente, pasando por el centro, los tambores retumban esparciendo alegría y hasta liberación espiritual, especialmente en ciertos días de fiesta cuando los pueblos se unen como un solo cuerpo, dejando la faena a un lado. Los chimbangles, por ejemplo, se asocian a las fiestas de San Benito, muy populares  por el Sur del Lago de Maracaibo, tierra de exquisitos cacaos como Porcelana y Guasare. Por el centro del país, Espinoza nos recuerda que la conexión es con San Juan Bautista, cada 24 de junio.

“Los repiques de los tambores de San Juan a veces comienzan desde el día 23, pero el 24 es el día más importante porque era el único que le daban a los esclavos para que festejaran”. En la cita sanjuanera se suele pedir por la abundancia, por la unión familiar, por la salud y por qué no, por una nueva pareja.

Afrocódigos realza con su talento lo mejor de la música de tambores de Venezuela

En los estados Aragua o Miranda los repiques en honor al santo son también multitudinarias fiestas acompañadas de color blanco y rojo. El pueblo mirandino de Curipe es uno de esos buenos ejemplos de la alegría ligada a los tambores de la localidad, como el mina y el culo e´puya.

Aragua, por cierto, es cuna del cacao Chuao, que desde hace más de 15 años cuenta con Denominación de Origen. “El cacao de Chauo es uno de los más puros del mundo por estar enclavado en una montaña del Parque Nacional Henri Pittier, zona libre de contaminación”, apunta Espinoza. “En Chuao se utiliza un tambor que se llama redoblante, que lo toca una sola persona y los cantos los hacen las mujeres. Tienen también otros golpes muy ricos, como el de paraíso, Chuao o plaza”, agrega.

En las costas aragüeñas los pescadores acostumbran a sacar a San Juan en una procesión marítima con pequeños y coloridos adornados.

Apunta el líder de Afrocódigos que teorías desarrolladas por estudiosos de la música afrovenezolana explican el típico paso de bailar tambores, con un pie que se mueve y levanta levemente, mientras el otro casi anclado, el mismo en que los esclavos llevaban encadenado un grillete que limitaba el movimiento.

“Nuestros tambores son parte de la identidad que tenemos como país. Hablamos de un lenguaje artístico conectado con el pasado histórico”, describe Espinoza.

El artista alienta en cada oportunidad para que la música tradicional venezolana se institucionalice, escolarice y hasta llegue a los programas de estudios de las universidades. “Cada niño, cada joven, debe conocer de primera mano nuestra música de origen”.

Así como el cacao… ¡Que vivan los tambores venezolanos!.