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Chocolates Paria: el fruto de la felicidad

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Texto: Erika paz (@erikapazr)

Fotos: Raymar Velásquez (@raymarven) / María Mercedes Rodríguez

El cacao hace feliz a quien lo siembra, eso piensa Alida Quintero, quien tiene 21 años en contacto con la planta y con la magia de Paria. Llegó a la Península porque buscaba darle una vida más tranquila a sus dos hijos, pero además se encontró con un espacio que le ofrecía paz a ella porque esa hacienda que compró en la entrada del pueblo de Chacaracual, a diez minutos de Río Caribe, en el estado Sucre, venía acompañada de una siembra de cacao. Desde ese momento su sueño se transformó y se orientó hacia el dulce aroma del chocolate que no solo siguió ella sino también su pequeña familia.

Alida Quintero encontró en el cacao su gran pasión

Alida quiere la planta, la cuida y busca que todos conozcan por qué el de esta zona es el cacao más aromático de Venezuela. Ha estudiado, se ha preparado y ha sido multiplicadora de una pasión que se retoma en el país después de que fuera el pilar de su economía en la época de la Colonia.

Ella decidió no solo crear chocolate en su fábrica sino que comenzó la visita a su pequeño paraíso en la plantación, donde se encuentra el oro en grano custodiado por grandes árboles que le dan sombra. Esta es una planta de tamaño mediano que necesita un resguardo que no la agobie, allí está la respuesta a la compañía que hacen troncos centenarios al lado de las delgadas plantas de cacao.

El cacao de Paria es reconocido por su gran calidad a escala internacional

Por allí caminan los grupos que van aprendiendo de voz de la anfitriona o cualquiera de sus trabajadores que este fue el sustento del país en una época, que este es el momento de retomar su ruta. En Paria la cosecha se vive entre los meses de noviembre y marzo pero Alida explica que la zona de Cahacaracual es tan generosa que desde el 2013 han recogido maracas durante los 12 meses del año. Se hace cuando está amarillo, así madura el de esta región, se lleva al degolladero donde sobre una alfombra hecha de hojas de banana se colocan las almendras para que se fermenten. “Todo depende de la fermentación” explica la chocolatera, “esta hace que la versión final sea más suave, más aromática, más sabrosa”; es un proceso muy minucioso y hasta preciso que trajeron consigo los corsos y donde se mueve de tres en tres días la almendra hasta completar seis para luego llevarlas al sol.

Suelo fértil a la espera

Solo el 1% de la producción de Chocolates Paria utiliza el cacao que siembran en sus predios, el resto lo compran a los productores de este valle. Por aquí se realiza el proceso de fermentación de manera orgánica, sin agroquímicos y por eso tiene mejor sabor. Los habitantes de esta tierra dueña de un mar que abraza las montañas comparten esta siembra con rubros como la yuca y el plátano, saben que el primordial es aquel que se convierte en dulce, sin embargo aún no han logrado su desarrollo óptimo. Salvo algunas pequeñas empresas artesanales, la de Alida es el emprendimiento más grande de la zona, uno que produce cinco toneladas mensuales pero que a pesar de su crecimiento tiene una demanda de veinte. Ella recuerda que cuando todo comenzó iba de local en local ofreciendo el producto. “Hoy en día tengo que dejar clientes por fuera lastimosamente porque no nos damos abasto”. El resultado del trabajo que aquí se hace se distribuye a supermercados, bodegones y tiendas de delicateses en Venezuela, así como a su propio local en un centro comercial de Caracas.

Variedad de tabletas para todos los gustos

La empresa en Sucre se compone además, de una tienda de venta de productos y una fábrica donde quince trabajadores reciben diariamente sacos de cacao que van a distintas máquinas para que se tuesten, sequen, descascarillen y muelan. En Chocolates Paria no se le extrae la grasa natural a la almendra ni se le agrega lecitina de soya. El nibs se calienta con su propia manteca durante diez horas y de éste sale el licor que luego se tempera, “con las condiciones correctas se cristaliza y así es como se produce un chocolate negro, brillante y que se parte con precisión”.

La visita para los turistas casi termina cuando pasan al salón de empaque donde se ve cómo se envuelven las tabletas en sus diferentes porcentajes en material ecológico muy relacionado con la naturaleza que rodea esta empresa.

Los exquisitos complementan las “dulces” opciones

Finalmente prueban y compran los chocolates cuando observan en la tienda en pleno el sueño de una merideña que cambió la montaña por el mar azul. La mejor forma de explicar este idilio con el estado Sucre y sus frutos es a través de lo que produce la fruta que procesa; cuenta sonriente Alida que “el cacao tiene teobromina, un alcaloide que hace que los neurotransmisores se estimulen y genera esa emoción en la gente”. El chocolate para ella es la fuente de la felicidad, en su caso es aquello que cambió su vida, “cuando llegué aquí no era chocolatera, aun no me considero tal, pero sé que he avanzado un camino muy importante”. Esto lo dice porque está consciente del producto de calidad que tiene en sus manos, ese que se procesa de una materia prima muy fresca, a la que no se le añade sabor artificial y se emulsiona con su propio material, en resumen, concluye Alida, “está muy bien molido y está hecho con mucho amor”.

Mantuano: pasión por las tabletas de chocolate

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Por Maria Mercedes Rodriguez Z. / Liliana Elías

Pasear por Venezuela a través de sus chocolates es una experiencia única y maravillosa. Nuestro país es reconocido por su cacao y por sus chocolatiers, cada vez más preparados y respetados en todo el mundo.

Mantuano Chocolates es una muestra de ese talento que cada día busca acercarse más a la excelencia a través de tabletas de chocolate saborizadas y aromatizadas con ingredientes fantásticos en lo que se conoce como Bar to bar. Desde el ají picante y la sal marina hasta el ají jobito y la sarrapia, todos te permiten adentrarte en un mundo de sabores nuevos y tan nuestros como el cacao utilizado.

Actualmente, Mantuano se une también al movimiento Bean to bar, (de la semilla a la barra) el cual ha dado mucho de qué hablar –y probar- desde hace unos años en Venezuela y otras latitudes. Mediante este proceso, la empresa logra acercarse aún más al productor y encargarse del procesamiento del cacao hasta convertirlo en chocolate.

Giovanni Conversi, el artista detrás de Mantuano Chocolates

Giovanni Conversi, presidente de Mantuano Chocolates, es un maestro del chocolate que ha tenido el bagaje que da trabajar con personalidades como María Fernanda Di Giacobbe. Goza del tesoro de la juventud y la experiencia en su oficio, es de esas personas que proyectan paz, la sensación de que todo siempre estará bien. Lo acompaña además la suerte de crear sus tabletas en una casa colonial que evoca aquella Caracas lejana de techos rojos y calles tranquilas, con jardines espectaculares y escaleras de madera y pasado, con aromas paseándose entre sus escalones e invitando a entrar al laboratorio donde ocurre la magia.

Ya en el laboratorio, al estar frente a decenas de tabletas de diferentes sabores y con empaques creativos y hermosos, es inevitable darle a la sonrisa el espacio que amerita para ser parte del paisaje. El silencio y el clima templado se prestan para crear una atmósfera de paz donde, mientras una ayudante empaca las tabletas, entrevistamos a Giovanni para conocer un poco más de la estructura de una empresa que no conoce de retroceso, su norte es el éxito.

Sabores explosivos y nuevas propuestas como el Bean to bar

De Gran cacao a Mantuano

El nombre Mantuano siempre estuvo relacionado con la historia del cacao en Venezuela, desde la llegada de los Españoles a tierras venezolanas hasta la actualidad donde muchas haciendas todavía conservan ese nombre. “El nombre Mantuano representa nuestros sabores de tradición, sabores que fueron fusionándose y de esta manera llevarlos a nuestros chocolates” afirma Giovanni.

Esta marca se ha dedicado a dejar en alto el nombre de Venezuela desde sus inicios, hace poco más de dos años. Su expansión llegó en menos de seis meses a toda Venezuela y hoy se encuentra en ciudades como Buenos Aires, Bogotá, Nueva York, Vancouver, Milán e incluso Sidney.

El cacao que utilizan proviene de Barlovento, estado Miranda, y es un delicioso Trinitario. Sus bondades son resaltadas por Conversi, quien asevera que esa semilla produce un chocolate tan sabroso como aromático que combina a la perfección con sus creaciones finales.

Mantuano Chocolates y sus creativos empaques

Crecimiento y variedad

Actualmente Mantuano elabora planes de expansión a escala nacional, trabajando de la mano con egresados del postgrado de Marketing del IESA, lo que le permitirá tener mayor presencia en Venezuela. Y lo hace teniendo como ritual la constancia y pasión en cada tableta.

Al abanico de sabores que posee Mantuano solo puede superarlo la imaginación de su creador. Giovanni Conversi es un artista que procura sorprender a una audiencia ávida de buen cacao y nuevas propuestas. Su tableta insignia es la de sal marina, siguiendo con sarrapia, chocolate 70%, naranja criolla, earl grey, jengibre, café, ají picante, almendras, frutas confitadas, granola, limón y por último pero no menos importante chocolate blanco con maní.

Mantuano tiene como tradición, elaborar una edición especial cada mes, entre las últimas destaca una barra de chocolate 72% cacao para el lanzamiento de la exposición del pintor venezolano, Onofre Frías.

Empacando las deliciosas tabletas

Venezuela ha sido, en sus últimas dos décadas, un país donde quien no sepa encontrar oportunidades no podrá sobrellevar la crisis. Para los maestros chocolateros y empresas dedicadas a este arte, mantener estándares de calidad es fundamental para su posicionamiento. Mantuano Chocolate lo asume con la mayor seriedad posible. El resultado es la excelencia y sabor inigualable que le permite tener esperanza en el progreso del país, un cuadrito a la vez.

Puedes contactar a Mantuano Chocolate a través de sus redes sociales

Instagram: @mantuanochocolate

Twitter: @mantuanochoco

Cacao venezolano espera por una vuelta de timón

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Juan Pablo Crespo

El cacao venezolano, ese noble fruto que tanto nos enorgullece, bandera de lo autóctono, de excelencia mundial que no ondea en lo alto sino a media asta, incluso, más abajo.

Entre la realidad y nuestro potencial cacaotero existe una franja abismal. Son ya unos 100 años de estancamiento de la producción nacional, pese a que el país reúne condiciones idóneas y hasta únicas para ser uno de los protagonistas en el mercado internacional.

Pero nunca es tarde para la vuelta de timón. No en vano, los expertos sostienen que en las crisis están las mayores oportunidades. Y allí está el cacao, a la espera de explotar todo su potencial y convertirse en una especie de “otro petróleo”, guardando las diferencias. Razones para ser positivo existen por toneladas. Por algo el chocolatier y pastelero francés Pierre Mirgalet, un exmiembro de las Asociaciones “Ordre Culinaire Internacional” y “Tradition Gourmande” ha  dicho en sus visitas al país que le “emociona el cacao venezolano porque aquí está el origen de la esperanza”.

Así como la industria energética fortaleció su músculo en pro de la economía nacional, igualmente debe hacerlo el sector cacao, sediento de una cadena productiva robusta apoyada en personal capacitado y especializado, infraestructura adecuada, tecnología de punta y adaptada a nuestras zonas geográficas; así como vías de comunicación que conecten con trenes, puertos y todos los medios de transporte existentes.

La producción 

En Venezuela, la productividad por hectárea ronda apenas los 300 kilogramos, mientras en Ecuador está en 2.000 kg por hectárea y en Colombia entre 800 y 1.000 kg. Y los ejemplos en la región siguen, por no ir más allá. “República Dominicana aumentó su producción en un 32%, situándose sobre las 82 mil toneladas anuales, exportando cerca de un 80% de esa producción”, explica a Vivaelcacao.com Humberto Estaba, presidente de la Fundación Gente del Cacao.

En promedio, la productividad por hectárea ronda los 300 Kg.

Otro ejemplo está en Perú, que remando desde atrás saltó de producir 10 mil toneladas de cacao a 50 mil toneladas en la última década.

Estos números hablan por sí solos, así que producir y exportar nuestro cacao criollo no puede ser una opción. Haciendo las cosas correctamente puede satisfacerse, por ejemplo, una parte importante o estratégica de la cada vez más creciente demanda de cacao y de chocolates finos en el planeta. Políticas públicas coherentes, agresivas y dinámicas deben marcar el camino. Los más de 10 mil productores de cacao que le ven la cara a la pobreza en las zonas rurales mucho lo agradecerían.

Por su parte, Álvaro Gómez, ingeniero agrónomo experto en cacao y gerente de operaciones de la Hacienda San José (parte del Grupo Franceschi),  señala que “si hiciéramos uso de los materiales evaluados en los bancos de germoplasmas pudiéramos alcanzar una producción entre 1.000 y 1.500 kilos por hectárea en cada una de las zonas del país, siempre y cuando esos materiales se pongan a disposición de los productores, y se establecieran los bancos de semillas asexuales y sexuales que se requieren”.

Poner orden, entonces, es clave. ¿Cuánto cacao producimos oficialmente al año? Una pregunta sencilla tiene una respuesta complicada. Nadie parece ponerse de acuerdo, aunque igualmente nadie se atrevería a decir que más de 20 mil toneladas al año. Sin cifras precisas es difícil planificar a corto, mediano y, sobre todo, a largo plazo.

Álvaro Gómez considera necesario cambiar las políticas dirigidas al productor

Humberto Estaba toma la palabra para explicar que “no producimos ni 20 mil toneladas métricas al año de cacao. Se dice que entre 17 a 20 mil toneladas, pero creo que no llegamos a las 17 mil. Puede ser duro para algunos, pero hay que asumir nuestra realidad para poder desarrollar los proyectos”. El experto de la Fundación Gente del Cacao puntualiza que al mercado global del cacao no aportamos ni el 1% de la torta. “Hemos sido genuflexos con el tema del cacao, que llegó a ser nuestra principal fuente económica (antes de la explotación petrolera). Las políticas han sido desacertadas, tenemos una producción muy baja, al mercado internacional aportamos el 0,5%”.

Álvaro Gómez conoce al dedillo la realidad del llamado alimento de los dioses desde tiempos antiguos, por eso apunta que en Venezuela corrigiendo los entuertos pudiéramos “llegar a 150 mil hectáreas sembradas, desde las 70 mil hectáreas con las que cuenta ahora, y asumir de esta manera una posición importante en el mercado externo, pero para eso hacen falta las políticas adecuadas que permitan el crecimiento del productor”.

Para Gómez el país puede duplicar su actual producción en cinco o seis años, “y eso no a través de nuevas siembras, sino mediante el manejo adecuado del cultivo”.

Propuestas

La histórica falta de brújula ha marginado a la semilla venezolana del mercado global. Pasar por inmaculada la lupa de los expertos internacionales es tarea para la casa. Así, a ciertos niveles de contaminación ambiental se le une el divorcio existente entre las fases de fermentación y secado con las normas en la producción y procesamiento presentes más allá de nuestras fronteras.

A corto plazo, Estaba cree que una de las soluciones pasa por la tecnificación del campo, que involucra el acompañamiento técnico del productor para aumentar la eficiencia por hectárea. Agrega que Venezuela debe “apuntalar los cacaos criollos, a través de programas de incremento de producción bajo los estándares de cada sector con sus semillas autóctonas”.

Y si en alguna institución saben y han empujado al cacao es en el Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas (Inia). Desde allí, el ingeniero Ramón Vidal apunta que es menester “propiciar el encuentro de los diferentes actores de la cadena agroproductiva del cacao (productores, procesadores, exportadores y consumidores) para concertar un plan integral de desarrollo del cultivo que contenga todos los intereses comunes para el sector (agronómicos, sociales, económicos y otros) y, sobre todo, recuperen el prestigio de nuestros cacaos”.

Incrementar la cantidad de hectáreas sembradas es uno de los grandes objetivos

Para Vidal, quien además pertenece al Centro Nacional de Investigaciones Agropecuarias (Ceniap), tras ese encuentro y posterior diseño del plan integral “se debe definir la calidad deseada y, en base a esto, fomentar los tipos de cacao que se deben sembrar en las nuevas áreas y para rehabilitar y/o renovar las existentes”.

El estudioso del cultivo de la tierra considera que “es prudente recordar que hasta el año 1993, todo el cacao de Venezuela era considerado cacao fino de aroma, luego de ese año bajó a solo 50% debido a diferentes factores. No obstante, en la actualidad ya se encuentra en 95% y, posiblemente, pase a 100%. Lo resaltante de todo esto es que las fluctuaciones referidas no fueron debidas a materiales genéticos sembrados sino a mejoras en los procesos de beneficio y comercialización. Por tanto, es necesario fomentar el uso de genotipos altamente productivos y de calidad, donde los granos se fermenten y sequen de manera adecuada. También, que las personas encargadas del comercio de granos y otros subproductos establezcan como norma la alta calidad de los mismos y procedan a satisfacer las necesidades de los compradores y consumidores”.

Palabra clave: calidad

En su análisis, el presidente de la Fundación Gente del Cacao también hace referencia a lo clave de mantener la calidad, aunque alerta sobre la introducción cada vez más firme del CCN51, un híbrido de alto rendimiento, pero con poca vida útil. “Es primordial mantener nuestra calidad de los cacaos de aroma”, aunque “introducir el CCN51 sería una catástrofe. No podemos ir a la estandarización del cacao, es decir, cada zona tiene sus cacaos criollos y sus hibridaciones. No debemos incorporar genéticas que no son propias porque sería la destrucción de nuestros cacaos finos de aroma”.

En Venezuela, la producción no supera las 20.000 toneladas anuales

Estados Unidos, Japón y Alemania son nuestros principales clientes y, por supuesto, exigentes.  ¿Cuánto sale para cada uno de estos destinos? Otra vez aquí las estadísticas actualizadas y confiables son esquivas. Pero lo cierto es que para los expertos, Venezuela debe y puede ser un proveedor seguro de un cacao de muy alta calidad. Allá afuera hay un nicho en expansión.  “Hacia estos (países) tenemos que enfocarnos. Debemos ser los proveedores exclusivos de un sector”, dice Estaba. En este punto medita y subraya que “no podemos apuntalar solo hacia la cantidad, sino hacia el crecimiento sustentable de nuestro cacao y conservando la calidad de nuestros productos”.

Aunque Venezuela no tiene la capacidad de siembra de otros países y, por ende, la capacidad de liderar la producción mundial de cacao, sí tiene condiciones para ser actor importante y hacerse sentir en el mercado de los cacaos finos de aroma. Ni hablar del conocimiento y experiencia del personal humano disponible. Desde Vivaelcacao.com, esperamos que las políticas gubernamentales apunten al aprovechamiento de todo nuestro talento humano y recursos económicos para el crecimiento de una semilla cada vez más importante en el mercado mundial y que nació en Venezuela,  el cacao.

Mazorcas sanas: cómo combatir las plagas

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Texto: Carmen Isabel Maracara / palabracierta (Instagram) palabracierta1 (Twitter)

Fotos: Pixabay/ cortesía Álvaro Gómez Morales/María Rodríguez

Pasada la etapa del cuido ante plagas en viveros y plantas jóvenes, se inicia la aparición de los frutos y si no se ha efectuado un control adecuado, pueden persistir los problemas que afectan la productividad de una finca.

Cuando las parcelas están en producción, los males se agravan ya que los tratamientos químicos se limitan o postergan, al tratarse de un producto comestible, por lo que la mejor opción será el control manual biológico y manual de las plagas.

La ayuda de la agroecología

Según explica el ingeniero agrónomo Álvaro Gómez Morales (UNET), con Postgrado de Ecología Tropical (ULA) y Representante de compras de Cacao San José C.A, para la zona Occidental  (agomez153@gmail.com, @agomez153, agomezcacao), “todos los sistemas ecológicos son tremendamente sensibles a las intervenciones a que se sometan. Un manejo adecuado de las malezas hospederas de estos insectos, así como el uso de sombras adecuadas, preferiblemente incrementando la variabilidad de especies que se pueden utilizar en plantación, mejoran el sistema y permiten el incremento de otras especies (aves, mamíferos e insectos que pueden ser controladores naturales).

“Con esto quiero indicar que un manejo agroecológico permite alternativas para el control  de plagas, al incorporar también prácticas culturales amigables con el medio ambiente”, afirma.

Insectos a raya

Una de las plagas que afecta la mazorca o fruto y los nuevos brotes es la chiche negra (Antiteuchus tripterus), a la que se le aplican métodos químicos, control manual y biológico (parasitación de los huevos).

Otro de los problemas muy extendidos en las plantaciones de cacao es la presencia de la la chinche amarilla (Monalonium xanthophyllum walk y Monalonium

dissimulatum) que ataca a los brotes terminales de las hojas y los frutos en cacao, causando unas manchas o pústulas, que ocasionan la pérdida de frutos tiernos. En este caso, apunta Gómez Morales, se recurre al control manual en la fase de ninfas, así como al biológico y si el ataque es muy severo, se aplican insecticidas después del cuajado de los frutos y de la poda.

Los perforadores del fruto como la Carmenta theobromae, la Carmenta forasemini y la Ecdytolopha aurantiana, se deben atacar con parasitación de los huevos o

con la remoción y quema de los restos de cosecha para interrumpir el ciclo de vida del insecto.

La vigilancia constante de las plantaciones y la aplicación de medidas fitosanitarias a tiempo, es lo que impedirá el avance de males mayores. Un testimonio publicado en el portal www.inforegion.pe, del agricultor Teodoro Lino, muestra el éxito de la persistencia de estas sencillas prácticas de control.

En una breve entrevista, Lino afirmó que la Carmenta se estaba llevando el 50 por ciento de su cacao. “Entonces, he empezado a podar, a dejar bastante luz a las plantas; luego empecé a controlar semanalmente, haciendo remoción de frutos enfermos”, explica para agregar que si demoraba más de una semana en sacar estas mazorcas, a los quince días el gusano que está dentro del cacao ya sale en mariposa, pone huevitos dentro del fruto y se incrementa su presencia”.

Además de los insectos, otros animales como el pájaro carpintero, las ardillas y los loros pueden afectar también estas plantaciones, ya que consumen el fruto o mazorca. En estos casos, explica el ingeniero venezolano Álvaro Gómez Morales, se deben sembrar plantas, en la periferia de los cultivos de cacao, que sirvan de sustento a estos animales, ya que la razón por la que atacan los frutos, es el desbalance ecológico, por la eliminación de sus fuentes naturales de alimentación.

También se emplean técnicas disuasivas como la detonación de cohetones o fuegos artificiales para alejarlos e incluso se pueden fabricar globos brillantes con ojos similares a los de los búhos o de águila, añade, que también los espantan. De cualquier manera, la premisa es no recurrir a la muerte de ardillas, pájaros carpinteros o loros, ya que algunas de estas especies están en peligro de extinción.

Misas de aguinaldo… ¡Con chocolate caliente!

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Por Carmen Maracara

A partir del 16 y hasta el 24 de diciembre, se realiza en Venezuela esta celebración en las iglesias católicas, una tradición que viene de la rica cultura mestiza y que además de preparar la llegada del Niño Jesús en las familias, propicia el encuentro entre vecinos y allegados, quienes comparten todas o varias de las nueve misas, que culminan el 24 con la llamada Misa de gallo.

La madrugada es la hora tradicional de realizarlas, hacia las 5 de la mañana, antes de despuntar el sol, una costumbre que ha variado en muchas zonas urbanas pero que se mantiene en muchas localidades del interior del país. La comunidad se despierta al son de las campanas de la iglesia y todavía a oscuras, las personas se acercan al templo al acto litúrgico que se acompaña con aguinaldos y villancicos.

Pero el frío decembrino, el “Pacheco” como le dicen los viejos caraqueños, invoca el chocolate humeante, que se solía vender en las afueras de la iglesia, junto a pastelitos, panes dulces, tortas, ponche de crema, leche de burra y hasta “calentaíto”, en las zonas andinas. Misa de aguinaldos y chocolate eran una dupla imprescindible, que todavía persiste en muchas zonas del país.